La Psicología Humanista es una corriente, dentro de la Psicología, que emerge como un movimiento más general en Estados Unidos, en la década de los 60.
Nace como una nueva manera de concebir la psicología; es también conocida como “Tercera Fuerza” (denominación que utilizó Abraham Maslow, uno de sus fundadores y principales teóricos), como opción a las dos vertientes existentes hasta entonces: conductismo y psicoanálisis.
Los principios básicos y enfoques que caracterizan a todas las vertientes que se dan dentro de esta corriente (entre las que se encuentra la Terapia Gestalt) se podrían resumir de la siguiente manera:
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Cada ser humano es expresión de la naturaleza y del orden-más-allá-del- control que ésta representa en cada una de sus manifestaciones.
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Como tal ser, tiene un potencial de desarrollo único y tiende, de manera innata, a la autorrealización (a avanzar hacia este desarrollo del potencial).
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En el ser humano, esta autorrealización implica una ampliación de la conciencia hacia niveles más elevados. Es decir, existen otros niveles de conciencia además del habitual en el que estamos acostumbrados a movernos.
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Como organismo natural, funciona como una totalidad, en la que cuerpo y mente no están escindidos. El cuerpo se reconoce como fuente válida de información sobre lo que somos, hacemos y sentimos, así como medio de expresión. Por tanto se revaloriza el cuerpo y se tiende a equilibrar el valor que hasta entonces se daba a la mente.
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Se mueve, además, buscando el equilibrio entre polaridades. En la naturaleza se dan formas polares (día-noche, calor-frío, etc.). En el hombre estas polaridades funcionan como extremos de identificación. Si ocurre una identificación en uno de ellos, hay implícita una negación del aspecto opuesto. La integración requiere admitir a ambos como propios. Por tanto, una de las cosas en las que incide la Psicología Humanista es en dar atención y revalorizar aspectos negados por la cultura occidental tales como lo emocional (versus “lo intelectual”), lo intuitivo (versus “lo reflexionado” o “intelectualizado”), la contemplación (versus “la acción”), etc. Así, también pondrá el énfasis en reconocer las polaridades negadas a nivel personal y no sólo social, y encontrar el eje central desde el cual adquirir la conciencia de nuestra continua oscilación entre los extremos.
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Otro aspecto a tener en cuenta propio de esta nueva concepción de la psicología es la valoración de una comunicación plena que implique el reconocimiento del otro como ser total.